sábado, 1 de noviembre de 2014

A mis queridos Sacerdotes:

El Sacerdote es el hombre de la palabra. El sacerdote debe ser ministro de la palabra en la fidelidad a la verdad. Porque está llamado para ser maestro de la verdad, y maestro de una verdad que no es una verdad puramente humana, que es la verdad de Dios. La palabra del Sacerdote no es algo que le pertenece a él. La palabra del Sacerdote no es algo que nace de una escuela filosófica o de la plataforma de un partido político. La palabra del Sacerdote no es un invento humano. La palabra del Sacerdote no nace de los hombres, sean mayorías o minorías. La palabra del Sacerdote no son los gritos de las radios o las discusiones en las mesas redondas de la televisión. 

El Sacerdote cuando es fiel a su ministerio, cuando no es un traidor como Judas, cuando no predica como ya el Antiguo Testamento le hechara en cara a los falsos profetas: "Como un vino aguado y falsificado falsifican la palabra de Dios"; no es un vino aguado, es un vino puro, es un vino limpio, es un vino fuerte. El Sacerdote, cuando es fiel a su misión, es el que anuncia una palabra que no le pertenece. No predica sus propios gustos, sus propias ideas, sus propias inclinaciones, sus propias ganas. tiene que anunciar la palabra del Evangelio, la palabra de Dios. Y hacerlo cueste lo que cueste, aunque le cueste la vida como a Juan el Bautista que por decir la palabra de verdad le costó la vida y a los mártires de la Iglesia a lo largo de toda la historia. 

Como decía San Pablo; "Cuando anunciamos el Evangelio no anunciamos algo humano, anunciamos la palabra de Dios. El Sacerdote esa palabra la recibe, la estudia, la medita y después tiene que trasmitirla como una luz para que ilumine el camino de los hombres. El no es dueño de decir lo que quiera. El Sacerdote no enseña para ser aplaudido, el Sacerdote no enseña para que la gente diga: Que cosas lindas que dijo el Padre. El Sacerdote no enseña, no predica no utiliza la palabra para vender cosas como si fuera un viajante de comercio o para juntar votos como si fuera un político. 

El Sacerdote no habla para seguir la corriente de la mayoría de la opinión pública. Al contrario. Muchas veces tiene que anunciar el Evangelio, y cuando anunciamos el Evangelio con todas sus exigencias en un mundo que vuelve las espaldas a Dios, lo que la Iglesia predica tiene que ir en contra de la corriente y en contra de la moda y en contra de las opiniones de la mayoría y en contra del lavado de cerebro que nos hacen los medios de comunicación. Y no es por falta de caridad que a veces el sacerdote tiene que decir una verdad dura. Todo lo contrario. Es por una verdadera caridad, porque al que está equivocado, al que está engañado, al que está en el error, decirle la verdad aunque la verdad le duela como un latigazo, esa es la forma más grande de caridad. Eso es mostrarle la verdad, eso es mostrale la luz en medio de la oscuridad de la mentira, la luz de una palabra que es palabra de Dios, la luz de una palabra del Evangelio que nos está enseñando el camino al cielo. 

(Extracto de la homilia en la primera Misa del Padre Jorge Hetze, San Rafael 10 de diciembre de 1992, Parroquia San Pedro)

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