Hoy el mártir molesta. Y luego de
la Segunda Guerra Mundial, cuando el comunismo se expande sobre Europa y en la
China; y en el Vietnam, cuando la primera división del Vietnam, fue un millón
de católicos del Nor Vietnam que dejaron todo lo poco que tenían en sus casas
y en sus campos para poder seguir viviendo y practicando su religión. Pero en
aquel tiempo, la hipocresía de los medios de comunicación y de las asociaciones
de los derechos humanos gritaban y se exaltaban por las guerras de Vietnam y
esas masacres. Hoy esas naciones han caído en un infierno pero nadie se
acuerda de ellos. En Vietnam hay paz, en Camboya hay paz. ¡Sí! La paz de los cementerios.
Y en esos campos de concentración existen miles y millones de hermanos
nuestros que siguen dando el testimonio de Cristo.
La santidad va unida con el
heroísmo, y nuestro siglo a pesar de ser un siglo de cobardía, es también un
siglo de heroísmo. Por eso frente a los falsos modelos tenemos que levantar los
Santos. Al principio decíamos: a un joven se lo educa con principios y con
palabras, pero sobre todo con ejemplos. Si un chico o una chica ven que en casa
papá o mamá dicen "hay que hacer esto", pero hacen lo contrario, -¿qué
es lo que queda? ¿Lo que dicen? No, lo que hacen.
En nuestra educación los modelos
son importantes. En todos los órdenes. Es importante para la Patria que la
historia que se enseña en las escuelas sea la historia verdadera. Algunos
dicen: "Los argentinos, todavía nos vivimos peleando por cosas de hace
ciento cincuenta años atrás. Que si Rosas, o que si Sarmiento, etc. Eso no
tiene importancia". ¡Mentira! Sí tiene importancia. Si fuera solamente
cuestión de fechas, de batallas, de libros... fenómeno. Eso sería problema
para una rata de biblioteca que le gusten los papeles viejos. Pero no es eso.
Cuando una nación tiene levantados monumentos en el bronce para los que han
sido traidores, entreguistas y vende patrias, y esas son las figuras que se
muestran como ejemplos a los jóvenes en la enseñanza, estamos formando generaciones
de traidores, entreguistas y vende patrias, porque esos son los modelos que
estamos poniendo.
Cuando los modelos para la
juventud, son todos esos personajes de la farándula, de la televisión, del
triunfo fácil y de la plata fácil, ¿qué juventud estamos formando cuando al
santo y al héroe lo han reemplazado los ídolos? Y cuando puede ser ídolo, hasta
un personaje como Michael Jackson, que se hace diez operaciones para arreglarse
la cara, para conseguir un producto que no es ni
blanco ni negro, ni varón ni mujer y figurar en las remeras de nuestros
jóvenes. Cuando, como si no hubiera santos en nuestro tiempo, tratan de imponernos
los santones. Precisamente, ¿por qué? Porque los encuentran fuera de la
Iglesia, o al Che Guevara o a Luther King, o al Mahatma Gandhi. Pero,
¡silencio! sobre aquellos que heroicamente dan testimonio de Cristo en nuestro
tiempo y en nuestros días.
Simplemente, quisiera leerles las
palabras de uno de esos mártires de nuestro tiempo, palabras tomadas del
testamento del Cardenal Slypij, de Ucrania, que conoció la cárcel y el campo de
concentración durante diecisiete años:
"Durante toda mi vida fui un prisionero
de Cristo y como tal abandono esta vida. Desde mi primera juventud fui un
prisionero voluntario de Cristo, porque así fui educado en una familia
ucraniana muy creyente. Ella me inculcó e impregnó de la fe y amor a Cristo.
Por eso hoy alzando los ojos al otro mundo donde no hay ni dolor ni llantos
sino solamente la vida eterna, con agradecimiento de hijo rezo por ellos. Los
padres de la familia cristiana son el fundamento de la comunidad santa, del
pueblo, de la Nación".
Y dice más
adelante: "Cuando en el año 1939 comenzó nuevamente la Pasión de
nuestra Iglesia, el Santo genio nuestro, Servidor de Dios Metropolitano
Andrés, me nombró Exarca Mayor en el mes de octubre y en diciembre me consagró
Obispo y su sucesor. Acepté esto como la voz divina de Cristo: «Sígueme».
Entendí en esos tiempos pesados y tormentosos para nuestra Iglesia, qué
significa: ¡Sígueme!, porque El dijo: «El que quiera venir detrás de Mí que renuncie a sí mismo, cargue
su cruz y sígame». Entonces entendí que tenía que renunciar a mí
mismo por amor a Cristo, el cual dijo también: «pero a todo el que me negare
delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en
los cielos». Así empecé el camino espinoso de mi vida. Se cumplió el lema que
puse en mi emblema episcopal: «Per áspera ad altum» —Por el camino difícil de
los santos—".
"Como servidor del Siervo de Dios, el
Metropolitano Andrés, me esperaba un largo camino de renunciamiento, de llevar
la Cruz; de ser testigo de Cristo entre esta generación adúltera y pecadora. En
este camino era la poderosa diestra divina la que me ayudaba. A mí, prisionero
de Cristo, a dar testimonio de Cristo como él había previsto de sus discípulos
y seguidores: «Y seréis
mis testigos en Jerusalén, en tocia Judea y Samaría y hasta los confines de la
tierra». Pero en mi camino eran otras las inscripciones. No
Jerusalén, Judea, Samaría, sino Lod, Kiev, Sibil, Polaria, Molodolka, y así
hasta los confines de la tierra".
"Los encarcelamientos nocturnos, juicios
secretos, interminables interrogaciones y vigilancias, torturas físicas y
morales, humillaciones, tratos brutales, hambre, investigadores y jueces
diabólicos, y ante ellos: yo, indefenso criminal y prisionero, mudo testigo de
la Iglesia querida, silenciosa Iglesia condenada a muerte. Y el prisionero
criminal vio que su camino está en el confín de la tierra, camino que desemboca
en la muerte. En este camino de la Cruz que abracé por amor a Cristo Jesús, me
daba fuerza el saber que mi grey espiritual, el pueblo ucraniano, los obispos,
sacerdotes, fieles, padres, madres, niños, sacrificada juventud y débiles
ancianos, siguen el mismo camino. No estoy solo".
Un ejemplo entre miles, entre
millones que se podrían encontrar en nuestro tiempo del santo que junta en el
martirio la santidad y el heroísmo. Eso es lo que precisamos hoy en nuestra
Patria Argentina. En esta Patria que nació cristiana. Cristiana con la Cruz de
Cristo y con la espada de los conquistadores.
Cristiana con aquellos hombres
como en los ejércitos de la independencia quisieron a la Virgen como Generala y quisieron que los colores de nuestra
bandera fueran los del manto de la Inmaculada.
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